ESTOCOLMO. Mario, ¿nos puedes confiar un chisme?, le preguntamos. El escritor piensa un segundo, sorprendido. Luego responde, cómplice: “Dime…”. ¿Dónde alquilaste tu frac para recibir el Nobel? Mario Vargas Llosa ríe de buena gana. Con su familia y un pequeño grupo de amigos, ha salido del Gran Hotel de Estocolmo para cenar en Den Gyldene Freden, especializado en platos tradicionales escandinavos desde 1722, restaurante célebre por ser el punto de reunión, cada jueves, de los académicos suecos responsables de elegir al Nobel de Literatura. Son casi las 8 de la noche. Una hora antes había llegado su vuelo procedente de Madrid, sin complicaciones. El encuentro con El Comercio sucede en el lobby del hotel que, históricamente, desde 1901, aloja a todos los ganadores del Premio Nobel.
“La verdad es que ya tenía un frac –me dice–. En la Academia de la Lengua Española es el traje de rigor. Así que ese es el que estoy trayendo para el premio”. Vargas Llosa me responde con confianza y admite que no lleva un traje de estreno, sin mostrar ninguna señal de cansancio después del viaje. Más bien, su sonrisa es permanente. Comenta, satisfecho, la información publicada ayer sobre las actividades de la semana del Nobel. “Ustedes saben más que yo de lo que voy a hacer aquí”, comentó. Se protege de la nieve con un paraguas y va comentando lo maravillosa que es la ciudad, mientras cruzamos el puente de Strombon, que conecta el elegante barrio de Norrmalm con el histórico Gamla Stan. El escritor comenta el esplendor del Palacio Real y la excelente conservación de las calles medievales del centro. Lo acompañan su esposa Patricia, sus hijos Álvaro y Morgana, Fernando de Szyszlo y su esposa, así como un representante de la Academia Nobel.
La comitiva que viaja del Perú, encabezada por el ministro Juan Ossio, todavía no había llegado debido al mal tiempo en los aeropuertos de Europa.
Vargas Llosa recordó con El Comercio haber visitado esta ciudad cinco años atrás, aunque entonces no la cubría un grueso manto de nieve. Suecia es un país que el escritor admira, por las reformas económicas que empezó a hacer la izquierda y el actual impulso que ha impreso el nuevo gobierno, y que ha mantenido al país al margen de la crisis económica. Asimismo, reconoció como un honor que este Diario sea uno de los doce medios de prensa en el mundo invitados a la ceremonia de premiación con el Nobel.
Contó que aún no sabe lo que le espera en el Perú, cuando vuelva, el 13 de diciembre. “De eso se encarga mi esposa Patricia, hasta ahora no me ha dicho nada, creo que me está protegiendo de lo que pasará entonces”, dice, poco antes de su primera cena en uno de los rincones gastronómicos más tradicionales de Suecia.
“La verdad es que ya tenía un frac –me dice–. En la Academia de la Lengua Española es el traje de rigor. Así que ese es el que estoy trayendo para el premio”. Vargas Llosa me responde con confianza y admite que no lleva un traje de estreno, sin mostrar ninguna señal de cansancio después del viaje. Más bien, su sonrisa es permanente. Comenta, satisfecho, la información publicada ayer sobre las actividades de la semana del Nobel. “Ustedes saben más que yo de lo que voy a hacer aquí”, comentó. Se protege de la nieve con un paraguas y va comentando lo maravillosa que es la ciudad, mientras cruzamos el puente de Strombon, que conecta el elegante barrio de Norrmalm con el histórico Gamla Stan. El escritor comenta el esplendor del Palacio Real y la excelente conservación de las calles medievales del centro. Lo acompañan su esposa Patricia, sus hijos Álvaro y Morgana, Fernando de Szyszlo y su esposa, así como un representante de la Academia Nobel.
La comitiva que viaja del Perú, encabezada por el ministro Juan Ossio, todavía no había llegado debido al mal tiempo en los aeropuertos de Europa.
Vargas Llosa recordó con El Comercio haber visitado esta ciudad cinco años atrás, aunque entonces no la cubría un grueso manto de nieve. Suecia es un país que el escritor admira, por las reformas económicas que empezó a hacer la izquierda y el actual impulso que ha impreso el nuevo gobierno, y que ha mantenido al país al margen de la crisis económica. Asimismo, reconoció como un honor que este Diario sea uno de los doce medios de prensa en el mundo invitados a la ceremonia de premiación con el Nobel.
Contó que aún no sabe lo que le espera en el Perú, cuando vuelva, el 13 de diciembre. “De eso se encarga mi esposa Patricia, hasta ahora no me ha dicho nada, creo que me está protegiendo de lo que pasará entonces”, dice, poco antes de su primera cena en uno de los rincones gastronómicos más tradicionales de Suecia.
Fuente: El Comercio, Lima.
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