martes, 21 de diciembre de 2010

La ciudad de Vargas Llosa

Cuando uno llega a Arequipa es fácil sorprenderse. La Plaza de Armas, grande y bien conservada, es una joya puesta en el centro de la ciudad. De noche, iluminada, puede ser la escenografía para el paseo perfecto: está rodeada de restaurantes con terraza y balcón y turistas y buena música y que funcionan hasta tarde. De día, los mercados del centro se aburren de soltar los colores y olores y ruidos más extraños, en un latido constante y al ritmo de la cumbia. A Arequipa se le conoce como "La ciudad blanca". Oficialmente se le dice así por las numerosas y magníficas construcciones de templos, conventos, casonas y palacios en sillar blanco, esculpido como filigrana. Extraoficialmente, cualquier arequipeño que lustra semanalmente sus apellidos te dice que es la ciudad con más gente blanca de todo el Perú. En esta ciudad nació el autor que mejor contó el racismo peruano. La nueva oportunidad para Arequipa llegó el 7 de octubre de 2010 y venía desde Estocolmo. La noticia de que el nuevo Nobel de literatura era un arequipeño agilizó la maquinaria. En pocas horas, la Municipalidad Provincial de Arequipa propuso crear aquí un comité para que "planifique, organice y ejecute actividades de reconocimiento en honor al escritor Mario Vargas Llosa". La primera cita fue a las 48 horas del premio. La sesión fue presidida por el alcalde provincial y tuvo la presencia de representantes de la sede regional del Ministerio de Cultura y otras instituciones como el Club del Libro y la Universidad Católica Santa María. Las conclusiones de la reunión fueron tres:
1. Declarar en Arequipa el 2011 como el año de reconocimiento a Vargas Llosa.
2. Convertir la casa donde nació en un museo sobre sus primeros años de vida.
3. Levantar un monumento a Mario Vargas Llosa en la Avenida Parra, en el sector de Patio Puno, donde nació el escritor.
El premio a Mario Vargas Llosa ha servido para eclipsar, aunque sea por unas semanas, al verdadero y repetido protagonista peruano de la última década: Gastón Acurio. El chef, principal artífice de la revolución gastronómica peruana, también está instalado en Arequipa. Su embajada aquí se llama Chicha: su nueva marca de locales especializada en comidas tradicionales y que comienza a expandirse como una gripe. Cuando uno quiere ir a comer a Chicha, lo mejor es reservar hora con tiempo. A las cuatro de la tarde ya quedan pocas mesas. Todo lo que toca Acurio se transforma en éxito. En la espera de tu mesa puedes pasar al bar que tiene el restaurante (con una mesa larga y un pisco sour donde la clara de huevo nunca deja de brillar), o recorrer las tiendas que están dentro del mismo edificio colonial: un local donde venden souvenirs y otro con ropa artesanal étnica-chic, con bufandas de lana de vicuña que rondan los 500 dólares. Entre los clientes de Chicha hay pocos arequipeños. La mayoría son extranjeros que llegan con la idea de cenar en un restaurante transformado, gracias a la fama de su chef, en destino turístico. La mayoría son europeos. Cuando comes en Chicha y pides una copa de vino y brindas en un salón de piedra original con cientos de años de antigüedad, descubres que estás siendo parte del encanto de Arequipa: más allá del marketing gastronómico, estás en una de las ciudades latinoamericanas que mejor ha sabido aprovechar todo su legado patrimonial. Eso te lleva a que la cena funcione mejor.Las mesas tienen velas y en el salón hay muchas cenas románticas. Aunque la comida arequipeña no siempre acompañe: un nutricionista enemigo del colesterol puede morir de un infarto con sólo mirar la carta. Es cierto que la fama de la comida arequipeña tiene que ver con la contundencia de sus platos. Pero también es cierto que el exceso de chicharrones, costillas de cerdo y gruesas capas de grasa, puede terminar rápido con una velada romántica para quienes no están acostumbrados.Pese a su carácter gourmet, el Chicha de Arequipa mantiene la esencia de una comida local pesada, que antes y desde mucho tiempo han sabido presentar restaurantes emblemáticos de la ciudad, como La Palomino o el Sol de Mayo.-El que no está acostumbrado se sorprende, pero en Arequipa estamos acostumbrados a los platos fuertes -me había dicho el día anterior Pamela Rodríguez, en un almuerzo en La Palomino, donde los platos típicos tenían la contundencia de la abundancia. Patricia está encargada de llevar a comer a los invitados a la Feria Internacional del Libro de Arequipa. La feria se desarrolla en el Parque Libertad de Expresión, en la zona de Umacollo. Se trata de una feria pequeña, tiene pocos libros y cuando te toca presentarte en alguno de los salones, sabes que muchos de los asistentes han llegado más por curiosidad a lo desconocido que por interés.Pese a ello, la FIL de Arequipa ahora planifica su próxima edición como nunca antes. Ya se ha anunciado, con bombos y platillos, que el gran homenajeado será el arequipeño Mario Vargas Llosa.Uno de los edificios emblemáticos de Arequipa es su catedral. Construida sobre los cimientos de un anterior templo colonial, ha logrado sobreponerse a sucesivos terremotos, incendios y derrumbes. La fachada, ornamentada con 70 columnas clásicas, tiene más de 100 metros de largo. En las afueras, los vendedores de artesanía forman parte del paisaje que siempre mezcla lo clásico con lo popular. Una mezcla parecida se aprecia en el barrio de San Lázaro, el sitio donde están las tiendas de tejidos y artesanías con mejor precio. San Lázaro, a donde se puede llegar caminando desde el centro, es el barrio arequipeño más antiguo. Aquí se fundó la ciudad, y todavía mantiene bien conservadas sus típicas calles estrechas. En el recorrido se ven casas con balcones, está la parroquia de los monjes dominicos construida con la fundación de la ciudad, y no hay cuadra donde no haya un locutorio para llamadas internacionales con venta de Inca Kola frías. Entre las tiendas y mercadillos de San Lázaro es posible encontrar alguna librería. Aunque, en realidad, el fuerte de las tiendas de libros está en las calles laterales que salen de la Plaza de Armas. Ahí están las librerías San Francisco, Códice y Papiros.Hasta ahora, las librerías de Arequipa eran una buena oportunidad para conseguir ediciones de escritores peruanos: están a buen precio todas las novelas de Jaime Bayly, lo más viejo de Alonso Cueto, lo más raro de Bryce Echenique y lo último de Santiago Roncagliolo. Sin embargo, los que gozaban de mayor popularidad eran los libros de cocina de Gastón Acurio. Ediciones de lujo y con buenas fotografías en las librerías, ediciones económicas y coleccionables en los kioscos de diarios y revistas.Después del Nobel, las cosas han cambiado. Según Javier Ochoa, gerente de las librerías San Francisco, en la ciudad la venta de libros de Vargas Llosa se cuadruplicaron. Y esperan que sigan creciendo. Antes, el arequipeño más famoso del planeta vendía entre cinco y seis libros por día. Ahora supera los 25 ejemplares por local.En el ranking de ventas arequipeñas lo más vendido son La fiesta del chivo, La guerra del fin del mundo, Las mil y una noches y La tía Julia. Aunque una visita a Arequipa puede ser una buena ocasión para conseguir uno de los más singulares y poco distribuidos libros de Vargas Llosa: El pez en el agua, en la edición tapa gruesa azul de editorial Peisa, donde el escritor relata con detalles y autocrítica toda esa experiencia que fue competir con Alberto Fujimori por la presidencia de Perú. Arequipa, que ahora aparece en todos los suplementos literarios como la cuna del autor de cumbres como La ciudad y los perros y Conversación en la catedral, comenzó a ser habitada en el 7.600 a.C. Posteriormente fue centro de la tribu preincaica Collagua, y más tarde fue conquistada por el Inca Mayta Cápac, quien mandó fundar la primera ciudad. Garcí Manuel de Carbajal, conquistador español, fue el fundador de la ciudad española de Arequipa el 15 de agosto de 1540, con el nombre de Villa Hermosa de Arequipa. En 1936 nació aquí Mario Vargas Llosa.Los arequipeños no solamente son famosos por vivir en "La ciudad blanca". También, por su rivalidad con Lima (no siempre retribuida) y por la fama de presumidos de sus habitantes.El propio Vargas Llosa ha dicho:
-Siempre me sentí muy arequipeño y creo que las bromas que se dicen por ahí, que somos arrogantes, antipáticos y hasta locos, se deben a que nos tienen envidia.
En términos turísticos, el orgullo arequipeño tiene que ver con la belleza de sus volcanes, el Misti, el Chachani y el Pichupichu. Por su clima, que tiene 300 días de sol al año. Por las excursiones al Valle del Colca y el deporte aventura en el cañón del Colca.La segunda ciudad más grande del Perú es la capital de todo el sur del país. Atrae turistas porque está entre Cusco y Puno. Y también se muestra orgullosa de sus museos: vale la pena hacer un recorrido por el Museo Antropológico de la Universidad Católica Santa María, o por el Museo Municipal, con la colección de la momia Juanita. Dentro de todos estos lugares, el verdaderamente imperdible es el Monasterio de Santa Catalina, que fue fundado en 1579 y funcionó como un convento de clausura. Está ubicado en la calle Santa Catalina y es una verdadera ciudad dentro de Arequipa. Cuando uno entra al monasterio, se topa con 3 claustros y más de un centenar de celdas distribuidas a lo largo de 6 calles y un pasaje.La guía turística se encarga de explicarles a los visitantes lo que hoy parece inexplicable. Que toda esta gigantesca ciudadela fue construida para albergar a las hijas de las familias más distinguidas de la ciudad que tuvieran vocación religiosa. Hasta 1970 fue un centro de clausura absoluta. Hoy la situación es diferente. El Monasterio es el paseo con mejor fama de Arequipa. Y promete seguir así, a no ser que efectivamente se inaugure el museo en la casa donde nació Vargas Llosa. De seguro, un arequipeño como premio Nobel de Literatura cambiará las cosas para la ciudad. Al menos, eso esperan todas las autoridades. Hay algo singular en toda esta historia: Mario Vargas Llosa tenía menos de un año cuando partió, junto a su familia materna, a vivir a la ciudad boliviana de Cochabamba. Esa rama de su familia, los Llosa, son todos de Arequipa. Pero pese a esos primeros meses, el Nobel nunca volvió a vivir a la ciudad donde hoy se le preparan los más grandes homenajes.
Juan Pablo Meneses (fuente: El Mercurio, Chile)

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