miércoles, 2 de marzo de 2011

Si Borges viviera...


Que Jorge Luis Borges ya no esté entre nosotros al menos permite que a nadie se le ocurra discutir su bien ganado prestigio de ser considerado unánimemente el mejor escritor argentino.

Pero si Borges viviera, otras pasiones más tempestuosas girarían a su alrededor, porque ante sus filosas ocurrencias el humor de algunos hacia el autor de Ficciones se mostraría un tanto más acuoso.

Si Borges estuviese aquí opinando, en serio o en broma, de ciertas exuberancias kirchneristas, 678 lo tendría a maltraer y la intelligentzia oficialista lo estaría castigando en declamaciones histriónicas o solicitadas henchidas de fervor gubernamental.

¿Que a Borges no le habría pasado? Si tras la asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación, en 1946, se lo humilló con el cargo de "inspector de mercados de aves de corral", arrancándolo de una biblioteca municipal, no es difícil imaginar qué habrían hecho con él estos hijos y nietos de la gran familia peronista fundada hace más de 60 años.

Atacar a Mario Vargas Llosa parece más fácil todavía: primero, porque es extranjero (y eso abroquela voluntades con encendido espíritu chauvinista); segundo, porque su adhesión a la democracia liberal y su declarada alergia a cualquier tipo de autoritarismo personalista lo convierten automáticamente en un enemigo al que conviene mantener a distancia. Y tercero, y crucial punto clave: Vargas Llosa ha sido muy duro y categórico a la hora de catalogar a los Kirchner. Querrían que sólo hable de literatura y no de política.

Por cierto no hay obligación, ni mucho menos, de acordar con las opiniones del último premio Nobel de Literatura en este o cualquier otro tema. Pero parece triste papel, tan luego para intelectuales, que se comploten para intentar amordazarlo. Porque de eso se trata cuando hierve un puñado de ellos para expresar su "profundo desagrado y malestar", al blandir la espada de la censura previa (aunque ni siquiera hay certeza de lo que Vargas Llosa vendrá a decirnos).

Reprueban por "inoportuna" y "agraviante" que se lo haya convocado a la apertura de la Feria del Libro porque consideran que irá en contra de "las preferencias democráticas y mayoritarias de nuestro pueblo". ¿Pero no es, acaso, el papel del intelectual ser un revulsivo de la sociedad, un atrevido agitador de neuronas que pone patas arriba los principios para ver qué tan sólidos o hipócritas son?

El intelectual que únicamente aplaude y lisonjea al poder de turno, advirtiendo alarmado sobre los que se desvían de ese monótono libreto, es un mero propagandista y ya no merece ser llamado intelectual. Menos todavía si para entrar en razones tiene que intervenir la mismísima presidenta de la Nación.

Los ahora frustrados aprontes están paradójicamente emparentados con otro tipo de represiones más nefastas que ya Vargas Llosa sufriera en nuestro país, cuando la dictadura militar prohibió su novela El escribidor y la tía Julia tan sólo porque en su trama sobresalía demasiado un personaje que hablaba muy mal de los argentinos.

Hablando de Borges, viene al caso recordar que opinaba que las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo y la crueldad, pero que lo más abominable que hacen es fomentar la idiotez.

Si estuviese ahora entre nosotros, asistiendo a este nuevo sainete protagonizado por sus ex colegas, Borges comprobaría que la idiotez es imperecedera y atraviesa a la condición humana.

Pablo Sirven (La Nación, Buenos Aires, Argentina).

LA VERDAD DE LAS MENTIRAS

Si Borges y Onetti se hubieran juntado para describir lo que acaba de suceder con Vargas Llosa y la Feria del Libro de Buenos Aires no habrían encontrado este argumento en la mezcla de sueño y desgano con la que ambos se enfrentaron al desdén del mundo.

Pero sí, ha sucedido. No están ellos y sin embargo se ha producido este cuento. Es extraordinario, en el sentido literal de la palabra. Se piensa que estas cosas no van a pasar y de pronto ahí están, acechando a la puerta de los absurdos para ponerse en el primer lugar y abrirse paso como una más de las historias universales, y en este caso latinoamericanas, de la infamia.

Ignoro cómo se lo habrá tomado Mario Vargas Llosa; los que lo conocen bien pueden saber que cuando se produce a su alrededor una atmósfera como la que ahora se ha declarado suele mirar como si fuera con otro; lo vi en Bogotá resistir a cuerpo limpio una enorme silbatina en la que le reprochaban no sé qué palabras "ponzoñosas contra Cuba y contra Fidel". Y lo vi en muchos otros lugares girando la cabeza a ver si los denuestos de veras iban contra él. Pero nunca lo escuché responder con las mismas monedas. Nunca.

Lo que ocurre ahora es más insólito, pero él está acostumbrado a lo insólito, desde chiquito; su libro El pez en el agua está repleto de experiencias que él no entendía, y al final fueron las que lo hicieron escritor. Si ahora no entiende lo que ha pasado seguramente sacará también consecuencia literaria de lo inexplicable.

En todo caso, los que no entendemos lo que pasa somos nosotros, pues es la primera vez en la historia conocida que a un lector se le dice que no vaya a hablar a una Feria del Libro, y además a una feria de las ferias, acaso la feria más rabiosamente literaria del mundo de habla española, en uno de los países más rabiosamente literarios del mundo.

Un lector como Mario Vargas Llosa, el autor de La verdad de las mentiras , proscripto de la Feria del Libro de Buenos Aires. Eso sólo lo puede inventar, como argumento, algún ignorante suelto. Pero es verdad, ha sucedido, se pellizca uno hasta que es consciente de que ha ocurrido. En fin. Hubiera entendido que le hubieran impedido el acceso a una feria de teléfonos celulares, pues ha acreditado su inutilidad legendaria ante cualquier aparato. Pero que le quiten la palabra en una feria del libro? Me pregunto qué dirán sus colegas a los que sí han invitado cuando sepan que para entrar en ese recinto un lector como Vargas Llosa no tiene credenciales?

El ha dicho muchas veces que la literatura se basa en la ley de la mentira; digamos de momento que parece mentira, que es ficción, que la feria despertará de este mal sueño que se parece a las pesadillas de Onetti, y termine desandando el mundo de su propio disparate para darse cuenta de que con esta proclama han abierto un agujero oscuro en la reputación de esa feria excepcional.

Cuando acabo de escribir me entero de que Vargas Llosa está volando a México. De allí lo echó Octavio Paz, o casi, porque dijo que el PRI era la dictadura perfecta. Luego Paz se amistó otra vez, no quedaba otra. Este Mario, empeñado en seguir siendo él mismo.

Juan Cruz



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